Pablo Pineda recibe la Concha al mejor actor por su actuación en «Yo También»
Es una gran noticia para todas las personas y entidades que trabajamos por la integración de las personas con diversidad funcional en el mundo audiovisual.
Desde Cinesín queremos felicitar a Pablo Pineda por su trabajo y responsabilidad ante la propuesta que le ofrecieron Álvaro Pastor y Antonio Naharro, sus directores.
Muchisimas felicitaciones a todo el equipo de la película por todo su esfuerzo y dedicación.
Y también al equipo de Danzamobile de Sevilla, compañeros también de la web hermana Artemobile y organizadores del Cinemobile. Tuvimos ocasión de conocerlos en Alicante y en Sevilla realizan un proyecto de artes audiovisuales que incluye una escuela de formación de actores a nivel profesional, una compañía, un festival artístico muy importante y un sinfín de actividades más a un gran nivel.
La película es una coproducción vasco-andaluza entre Alicia Produce y Promico Imagen, que ha contado con el apoyo de la RTVA, la Consejerías de Cultura y la Consejería de Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía.
«Yo también» es una historia de superación inspirada en la propia vida de su protagonista, Pablo Pineda, quien tanto en la película como en la vida real, reivindica un trato de igualdad en todos los aspectos de la vida, en lo profesional, aspira a un trabajo acorde con su formación en Pedagogía, y en lo personal, quiere romper todos los prejuicios y complejos que interfieren en su amor por Laura, personaje interpretado por Lola Dueñas, que onsiguió la Concha de Plata a la Mejor Actriz
Los directores estuvieron nominados a los premios Goya con el corto ‘Uno más, uno menos’ y ‘Yo también’ es su salto al largometraje, a partir de un guión propio, y con Sevilla como lugar del rodaje.
En la película participa una nutrida representación de actores sevillanos como Pedro Álvarez Osorio, Teresa Arbolí, Roma Caderón entre otros, así como la compañía de Danza Sevillana Danza Móbile, formada por bailarines con discapacidad intelectual, que son parte esencial en el desarrollo del film.
Producida por la empresa andaluza Promico Imagen del productor cordobés Manuel Gómez Cardeña, tiene como productor al cineasta Julio Medem y como productor ejecutivo a Emilio González
Incluímos aquí una entrevista realizada por Rafa Vidiella y aparecida en «20 minutos»
¿Qué pensó cuando le ofrecieron hacer una película?
Los directores me invitaron a comer, porque estas cosas se hablan mejor delante de un plato, y me lo comentaron: pensé que era totalmente descabellado. ¿Tú me ves planta de actor? Hace falta una técnica, saber actuar… Les pregunté si sabían en lo que se estaban metiendo, porque yo y mi familía teníamos dudas. Una película es algo muy potente, muy mediático, y yo no me veía ahí.
Pero terminaron convenciéndole.
Leí el guión y la historia me encantó. Y un tiempo después, cuando hice con ellos la prueba, me di cuenta de que me gustaba. Me veía bien, me enganché. Me picó el gusanillo, de verdad.
Cuando me ofrecieron hacer una película pensé que era totalmente descabellado. ¿Tú me ves planta de actor? ¿Se identificó con el guión?
Sobre todo, con los diálogos. Leer la palabra esfuerzo, lucha… Me llegó. Estaba leyendo todo lo que yo había vivido y luchado. Mientras leía el guión, no paraba de llorar: ¡en una mano tenía los folios y en la otra un paquete de pañuelos! ¿Cómo podía asemejarse tanto a mi vida?
¿Y en qué se diferenciaban Daniel, el personaje, y usted?
Él era más brusco, algo que no me gustaba. Yo soy más educado, más recto. Se lo dije a los directores, así que el personaje terminó siendo una mezcla. A cambio, él es más decidido, más lanzado, con más iniciativa.
¿Qué ha aprendido de él?
Cosas que me faltaban como persona. Lo que te digo: iniciativa, decisión, arrojo. He aprendido a no pensar tanto las cosas, porque termino quedándome en los pensamientos. Hay que tener más acción, más fuerza. También aprendí mucho de Lola Dueñas. Hasta me asustaba viendo cómo se metía en su papel.
¿Cómo fue el rodaje?
Muy fluído, y eso me animaba. Había mucha química con todo el equipo, y al final del rodaje todo cristalizó, convirtiéndose en un enorme abrazo entre todos.
¿Qué sintió al ver por primera vez la película?
Lloré y reí, porque tiene de todo. La vi este verano, con mi familia, y nos gustó mucho. Uno de mis hermanos, y me dan ganas de llorar cuando lo recuerdo, me dijo que estaba muy orgulloso de mí. Eso te anima.
Mientras leía el guión, no paraba de llorar: ¡en una mano tenía los folios y en la otra un paquete de pañuelos! ¿Cómo podía asemejarse tanto a mi vida? ¿Es usted tan romántico como su personaje?
El guión ya lo era, muy tierno, sin llegar a lo sensiblero. Tiene una ternura muy natural. Pero también yo lo soy. Me encanta descubrir cómo uno conoce a alguien, va cambiando, va encontrándose con la otra persona. No sólo soy un romántico empedernido: soy romanticón. Cuando hablo con una chica que me gusta me vuelvo loco: me hago el poeta, el trovador, y las digo que sus ojos me resultan embriagadores… Me salen palabras raras.
¿Cómo se siente ahora?
Mucho mejor. Más maduro, centrado y fuerte. Me he «Danielizado», en el buen sentido de la palabra. Y he aprendido a exigir respeto cuando lo merezco.
¿Qué es lo que más le molesta?
El paternalismo. Me jode bastante, porque no es bueno. Esa mierda de que somos eternos niños… ¡Soy una persona y tengo 35 años! ¿Por qué tienen que tratarme como a un niño? ¡Pero si yo puedo hacer muchas cosas?
¿Qué cosas hará ahora?
Unas oposiciones en el Ayuntamiento de Málaga que estoy estudiando. Son de temas legales, complicadas, un poco coñazo… Pero habrá que hacerlas: hay que seguir luchando y viviendo.
A Álvaro Pastor y Antonio Naharro, directores de Yo, también, el trato con personas con síndrome de Down les es familiar. Llevan años rodando con ellos cortometrajes y lo viven en primera persona: la hermana de Antonio, Lourdes (que actúa en la película), lo es.
Pero la experiencia con Pablo Pineda ha sido distinta.
Antes de conocerle ya queríamos rodar un largo», explica Pastor, «pero le vimos en la tele y sufrimos un shock. Acostumbrados a otros pacientes, era como un extraterrestre. Hablaba de temas universales. Él sólo daba para hacer una película», afirma.
Pineda es, en efecto, especial. Su vocabulario es igual o superior al de cualquiera («es un poco redicho», dice Pastor, «y él mismo bromea sobre ello»). Tiene una carrera universitaria, busca trabajo, le encantan las chicas. Pero tiene un cromosoma de más.
«Está en un sitio muy particular», explica Naharro, «en tierra de nadie. Su conciencia de sí mismo y su desarrollo intelectual le han hecho superar su incapacidad. Era perfecto para cuestionar conceptos como la normalidad, hablar de la soledad o de la dificultad de encontrar pareja».
Así que le conocieron y, de su mano, hicieron la película. Con mucho cuidado, en el aspecto físico («no puedes tenerle quince horas de pie») y en el psicológico: «Con él siempre tienes que ir de frente», explica Pastor, «porque si le mientes te pilla. Así que le planteamos las escenas más duras preguntándole si había sentido alguna vez algo parecido. Y él se lanzaba a la piscina y las hacía. Y después salía. Disfrutaba entrando y saliendo de la emoción». «Es muy consciente de su problema», añade Naharro, «y lo puede trascender».